No es frecuente encontrarse en el Estadio Santiago Bernabéu, y es aún menos frecuente encontrarse en el Estadio Santiago Bernabéu en el 86o minuto con el marcador denotando un resultado en el que el Real Madrid está perdiendo.
Durante nuestro tiempo estudiando en Madrid, dos amigos y yo decidimos, después de que concluyeron nuestras clases del día, ir al Bernabéu para intentar a comprar entradas para que pudiéramos ver el partido de la Liga de Champions del día. Se enfrentaban el Sporting Portugal frente al Real Madrid, el club de nuestra ciudad adoptada. Tuvimos suerte en encontrar tres entradas juntas solo unas horas antes del partido, y por eso nos encontramos en el Bernabéu llevándonos bufandas y camisetas blancas, escuchando el himno del Real Madrid con el resto del estadio cantando: “¡Madrid! ¡Madrid! ¡Hala Madrid y nada más! ¡Y nada más Hala Madrid!”. Y más tarde, el himno de la Liga de Champions que habíamos oído tantas veces en la tele: “These are the Champions!”. Con toda la grandeza de encontrarse en el Estadio Santiago Bernabéu junto con más de 80.000 otras personas, vimos a los jugadores que solo habíamos visto en los videojuegos de FIFA. El partido comenzó, y aunque ambos equipos tuvieron oportunidades, cuando el 86o minuto llegó, el marcador leyó 1-0 a favor del Sporting Portugal. La oposición había marcado al principio de la segunda mitad, y todo el estadio–salvo los pocos aficionados del Sporting en los asientos más altos del estadio–estaba callado, esperando que el Madrid marcara antes de que el enemigo, tiempo, llamara.
La ola blanca se movía hacia el gol, intentado con toda intensidad encontrar un resultado y no decepcionar a sus madridistas. El árbitro dio un tiro libre justo fuera del área de castigo. Fútbolista famosísimo, Cristiano Ronaldo, conocido por su poder, rápidez, tiros libres, y momentos de brillantez, se puso detrás del balón, que se sentaba inocentemente en la cancha, esperando regresar a su hogar. Con la pared de jugadores del Sporting, llevando sus camisas de verde brillante, entre Ronaldo y el gol, todos los espectadores empezaron a aplaudir en unísono, lentamente al principio mientras todos esperaban. La ola de emoción alcanzó su ápice, y Cristiano Ronaldo, con su postura amplia típica de sus tiros libres, corrió hacia la pelota.
Volando por el aire, el balón giró arriba de la pared y hacia la izquierda, buscando el rincón del gol. Pareció como si el tiempo hubiera parado; el silencio de los espectadores tangible también. Y cuando pareció que el balón había estado volando una vida total, encontró la mano del portero, Rui Patricio, pero no pudo evitar que el balón entrara, sentándose en la red del gol. La única reacción posible, un grito inmenso de mí y todos los otros madridistas, complementó el alivio que sentíamos todos. En vez de celebrar apasionadamente, la reacción de Cristiano fue suave, por respetar a su primer club.
La magia de ver la brillantez de un futbolista conocido alrededor del mundo como Cristiano Ronaldo se extendió al segundo gol del Madrid, que ocurrió unos momentos antes de que el partido concluyera, un cabezazo de Álvaro Morata dio el resultado a favor del Madrid, 2-1. Y mis amigos y yo salimos del Bernabéu pensando en la suerte que nos permitió ver un partido y un gol como los que acabábamos de ver.