Una Pierna Muy Fuerte

No se escucha más que el zumbido constante del público. Un sonido tan monótono que termina pareciéndose al silencio absoluto. Bocas abiertas, gritando. Manos palmoteándose, un aplauso tentativo. Ojos clavados, mirando a la figura solitaria de Roberto Baggio tiernamente posicionar un orbe blanco en el circulito delineado para los penales. Se agacha Baggio, susurrando algo a su cómplice de tantos años. Lo mueve solo un pelo para que este permanezca cómodo, peinándolo con las puntas del pasto fresco. Le acaricia la cabeza desnuda, arrastrando su dedo sobre las puntadas que se cruzan por toda la esfera. Cuando parece que se va a retirar, Baggio presiona su frente contra el balón una vez más, haciendo algún tipo de oración. Y el balón, estoico, y acostado tranquilamente, permanece inmóvil. De todas maneras, ¿que esperaban? ¿Que guiñara uno de sus ojitos? No, imposible.

Baggio se empieza a retira lentamente, dando pasos largos y elegantes. Esta relajado, a lo mejor muy relajado, pero con buena razón; el balón no lo ha traicionado todavía este mundial, nueve veces ya lo ha guiado al fondo de la red. ¿Va por la décima, no ve? Y ahí se para Baggio, mirando intensamente a la pelota y solo a la pelota. Como si nadie más estuviera ahí. Pero, si están. Baggio, el único relajado; el público, parado, tenso; el aquero, agachado entre sus fieles postes, listo para abalanzarse sobre su presa; el árbitro, con el ceño fruncido a la altura de la concentración; los equipos, parados al medio campo, abrazándose, alistándose para lo que venga; ni mencionar todo Italia, pegados a sus teles, haciendo un ejercicio de esfuerzo mental para empujar la punta del botín contra Sicilia, para hacer un contacto solido que termine en la red rival en el estadio Rose Bowl en California.

Baggio, con las manos sueltas a su costado, mira a la pelota nomas. Y con un respiro comienza de un trote hacia adelante. Tuf, tuf, tuf, las suelas de sus zapatos brincan suavemente. Tuf, tuf, tuf, ya queda a pocos pasos del punto de contacto. Ahora si hay verdadero silencio. Tuf, tuf, tuf, y todo el mundo y su madre se estremece al verlo a este héroe vestido de azul. Tuf, planta su pierna izquierda para patear. Shhh, grita el arco de su pie derecho, que hace contacto con el balón que sale de un zarpazo. El arquero brasilero se lanza al piso. Adivinó mal. Pero el disparo va muy alto, la pelota sigue subiendo sin aguante. También Baggio disparó mal. Y la pelota se va, despidiéndose con un “buen provecho” mientras sale del campo de juego. Y a todos les tomo un segundo darse cuente que falló. Que el gran Roberto Baggio se peló el tiro más importante de su vida. Y este se mantiene ahí, parado, mirando por donde se fueron sus sueños con ojos de triste. Pero a su alrededor entra un mar amarillo turbulento que se come a la figurita azul. Ahí anda, perdido y desconsolado, ya olvidado tras los chillidos, zapateos, y lágrimas de felicidad. Damas y caballeros, les presento su nuevo campeón mundial… Brasil.

Roberto Baggio (1990)